Como un niño que trepa un árbol y pide a gritos ayuda, o un gato que se escucha maullar en la cornisa de la casa más alta. Como una hoja que quiere sostener la rama para no golpearse, o las frías bocas de los amantes a las que se les esfuman del cuerpo aquellas noches en que sus pieles juntas ardían.
Como mi figura en la azotea, sin saber bajar la escalera de regreso, o vos en las calles, intentando comprender si lo correcto sería recordar o invitarme a fugar las últimas penas de todo eso que nunca existió.
Así andan también las abstracciones esperando que otros brazos las contengan, así las palabras a la deriva, sin auxilio que las encuentre o una puerta que les permita lograr la libertad que no sintieron vibrar en este último año de vida.
Como mi figura en la azotea, sin saber bajar la escalera de regreso, o vos en las calles, intentando comprender si lo correcto sería recordar o invitarme a fugar las últimas penas de todo eso que nunca existió.
Así andan también las abstracciones esperando que otros brazos las contengan, así las palabras a la deriva, sin auxilio que las encuentre o una puerta que les permita lograr la libertad que no sintieron vibrar en este último año de vida.
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