martes, 14 de julio de 2009

LA ESPERA

Entra en el café con sus tacos de diez centímetros. Se detiene a elegir una mesa, luego se quita el tapado negro dejando a la vista una remera de encaje que trasluce su ropa interior. Prende su primer cigarrillo. Acomoda su cabellera rubia. Hace una llamada que nadie contesta, lo intenta nuevamente sin éxito.
Se acerca el mozo, le pide un café doble y "un vasito de agua". Escribe algo en una servilleta, luego toma sus cosas y se pierde por las escaleras que la llevarán hasta el baño.
El café se enfría en la mesa. Ella aparece a los pocos minutos, toma un trago. Marca el mismo número que no la atenderá. Se pregunta qué pasó con su bolso. Interroga al mozo, él responde que no vio nada. Vuelve a perderse por las escaleras para regresar con un bolso que parece ser más pesado que su delgada figura.
Se sienta. Prende otro cigarrillo. Toma un trago, luego otro haciendo una mueca indicativa de que su café se enfrió.
Cuando el hombre llega, ella tiene el celular en la mano. "No me atendías" dice con un gesto de temor en su cara. "Ya es tarde, tenemos que apurarnos". Apaga el cigarrillo y baja su voz para que no haya testigos de sus palabras más que ellos dos: "tengo miedo, ayer intentó golpearme de nuevo, estaba como loco, casi llamo a la policía. Los vecinos tocaron el timbre varias veces porque escuchaban sus gritos". Él la mira fijo, tratando de serenar sus gestos para que ella no note su preocupación. "¿Tenés el pasaje? - pregunta él quebrando su silencio, mientras ella prende otro cigarrillo- Bueno... Salgo yo primero, te espero en el andén en cinco minutos". Sus manos se entrelazan rápidamente, y luego se separan, perdiéndose la figura de él por la noche y las luces.
Ella le paga al mozo, y mira la servilleta que anteriormente escribió mientras guarda en un bolsillo su teléfono celular. Vuelve a esconder su cuerpo en el tapado negro. Toma su bufanda para ocultar parte de su rostro, pretendiendo así mantener cierto anonimato. Toma la cartera, su bolso, apaga el cigarrillo y cruza la puerta de salida. Escapa por las avenidas que el hombre ya había cruzado, el mismo que ahora la estaría esperando en la estación, para que algunos malos recuerdos se alejen para siempre de sus vidas.

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