Viernes, diecinueve horas. Los autos se detienen y no hay manera de ir o venir con el ritmo de los huesos.
No existen elecciones, sólo descansos y sonidos en una jaula enajenada de la que nadie logra escapar. En el camino no hay alternativas sino esperas. La ansiedad se oye gritar en el movimiento que esquiva, acelera y ruge.
Mi vida: viernes, diecinueve horas en alguna avenida sin poder llegar al puente que me lleve de vuelta a casa.
No existen elecciones, sólo descansos y sonidos en una jaula enajenada de la que nadie logra escapar. En el camino no hay alternativas sino esperas. La ansiedad se oye gritar en el movimiento que esquiva, acelera y ruge.
Mi vida: viernes, diecinueve horas en alguna avenida sin poder llegar al puente que me lleve de vuelta a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario