El reloj. Este tiempo sin tiempo. Una soga en mi cuello ahogando las débiles distancias. Un momento, acá, a lo lejos. Proceso de reconocimiento, donde todo paisaje es desconocido. Los objetos se tocan por primera vez. Entonces algo cambia. No mis sentidos, los cuales existen en todos los espejos. Incluso cambian las noches abrazadas a esa almohada que intenta aferrarme a algún sueño. Incluso en las faltas y en los deseos encuentro un lugar y una aguja que se clava.
Todo esto vive en su búsqueda, todo esto ignora el modo de vencer el inagotable movimiento.
miércoles, 10 de febrero de 2010
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