domingo, 14 de marzo de 2010

DESPEDIDA DEL VERANO

Algo cae. No el corazón, más bien la espera. Algo inunda mis ojos, salta por mis pestañas y se desliza por mi rostro. Afloja mis manos... los dedos, sin poder encontrar nada a qué aferrarse. Mis piernas tiemblan para atestiguar que aún están vivas. Pero las cosas muestran, con cierto criterio, sus imposibilidades. Entonces algo muere en esa caída. Tal vez alguien.
Mientras tanto me visto de negro para comprender que otra totalidad ya no existe. En el fondo del pasillo, la puerta de madera se cierra desde adentro y ya no abre. Detrás queda el terciopelo y algún cuerpo inmóvil que no intentará salir puesto que ya olvidó el modo de respirar.

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