miércoles, 29 de abril de 2009

AUSENCIA

Nadie llega en el momento
que mi boca se esconde.
Nadie oye,
nadie aprueba.
Solo el silencio es partícipe
suicidando las palabras de aliento.

Los objetos se dislocan,
los libros se trastornan...
(toda frase que alguna vez habló de mí,
se esfuma
para que ya no sepa inventarme).

Los espacios aparecen como fracasos,
las bienvenidas toleran posibles vacíos,
las gotas se filtran
e inundan los recuerdos
que me impido olvidar.

Cada mañana un nuevo reproche
sacude mi cama.
Entonces regresan las mismas cuestiones
que me interpelan acerca de
dónde quedaron los oídos
que ansiaban recibirme a medianoche,
dónde la congoja por no saber callar.

Cada día descubro mis carencias
y en el intento de crear otros presentes,
encuentro un refugio.
Ese refugio en el cual construyo esta pérdida
que me derriba y arrasa,
una y otra vez,
con todas mis realidades.

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